En la última década del siglo XXI, ha habido un enfoque creciente en cómo generar dinero, crear modelos de negocio rentables y monetizar nuestras pasiones. Las redes sociales se han convertido en un caldo de cultivo para este fenómeno, que parece propagarse como un virus. Admiramos a los multimillonarios y los tomamos como modelos a seguir únicamente por su condición económica, asumiendo erróneamente que su riqueza es sinónimo de inteligencia. Esta mentalidad refleja las precarias condiciones en las que cada vez más jóvenes se encuentran en esta era.
El acceso rápido al dinero y el deseo de convertirse en una superestrella con expectativas de vida insostenibles, impulsadas por las redes sociales, son ahora los sueños de muchos. Mostrar una vida perfecta, reflejar una relación ideal y un estilo de vida envidiable es solo una parte de la historia que queremos proyectar al mundo, para dar la impresión de que somos personas realizadas y que nada nos afecta. Sin embargo, la realidad es que esta tendencia de exhibir nuestras vidas en redes sociales ha llegado a convertirse en una especie de enfermedad. Nos vemos tentados a crear personajes ficticios que, lejos de acercarnos a la realidad, nos sumergen en un vacío emocional que se alimenta de la validación superficial de un “like”.
En los últimos meses, me ha sorprendido cómo la gente asume que hemos dejado de hacer cosas simplemente porque dejamos de publicarlas en las redes sociales. Este es un claro indicio de que hemos comenzado a confundir las redes sociales con la vida real. Desde que dejé de publicar mis rutinas en el gimnasio, muchas personas me preguntaron: “¿Por qué dejaste de ir al gimnasio?” La realidad es que sigo yendo, pero ahora lo hago sin la compañía de mi celular.
Me gusta recordar la frase de Aristóteles en su obra La retórica cuando dice: “Se habla de lo que se carece”. Mi podcast nace precisamente de una carencia: la impotencia de no haber emprendido desde joven, de ver cómo muchos proyectos no continuaron por falta de iniciativa, del deseo de crear comunidades y expresar libremente mi opinión. Supongo que aquellos que hablan constantemente sobre cómo hacer dinero lo hacen porque carecen de él, a menos que se trate de personas que ya poseen grandes fortunas y su negocio consista en convencer a otros de que pueden alcanzar su mismo estilo de vida. Lo que he aprendido es que el dinero es solo un medio que llega con el tiempo, y que para algunos es más fácil obtenerlo, especialmente si tienen el respaldo de una herencia familiar, mientras que para otros el camino es más complicado.
El problema que percibo hoy es que el dinero ha dejado de ser un simple medio para convertirse en un objeto de veneración absoluta. Estamos sacrificando hasta el más mínimo espacio para respirar, porque se nos enseña que quien no está constantemente activo es un fracasado o simplemente un vago. Publicar cada evento de nuestras vidas nos hace menos interesantes y más predecibles, y las frases de motivación se han convertido en una tendencia creciente porque cada vez estamos más vacíos de amor real, aunque nos sintamos más felices con el amor virtual.
Dejo estas palabras porque son temas que he leído, sentido y que me han llevado a cuestionar incluso mi propio comportamiento en las redes sociales. Llevo un mes sin publicar aspectos de mi vida personal, limitándome a compartir solo aquellos temas que considero verdaderamente importantes. Este cambio me ha permitido aprender y experimentar más, sin la necesidad de compartir cada detalle en las redes sociales. Ahora estoy viviendo de verdad, sin la constante presencia de una cámara, y solo voy a exponer lo que considero relevante y hermoso en mi página personal y en mi podcast, sin importar lo que diga el algoritmo. He decidido ser feliz con menos contenido pero de mayor calidad, en lugar de seguir las tendencias de mayor volumen.